La tecnología ha puesto en jaque a nuestras concepciones de lo humano. Probablemente, en toda la historia de la humanidad, no haya habido cambios tan radicales y drásticos en los modos de vida como los que ha traído el siglo XXI. Incluso puede llegar a lucir irreconocible la vida que llevábamos hace tan sólo 15 años. La operación directa de la técnica en la historia (y en el presente) tiene, entre sus características, una aceleración exponencial. Por ello, pienso que una de las palabras que definirá a nuestra era será velocidad.
El impacto suscitado por cada novedad, junto con aquella velocidad que la acompaña, opaca la creación del sabio y el artista, cuyos oficios tienen sede en el silencio y la pausa y no en el efectismo ruidoso y acelerado de la digitalidad. Todo oficio tiene una poética: parte de la poiesis, es decir, del crear. Lo es también la misma vida humana, en tanto participamos de la Creación. Según Ortega y Gasset en Prólogo para alemanes, 1934:
«La vida humana es, por lo pronto, faena poética, invención del personaje que cada cual, que cada época tiene que ser.«
¿No es deshumanizante renunciar a la facultad poética de nuestro ser? ¿No lo estamos haciendo ya? En definitiva, temo que sea lo que ocurre con la Inteligencia Artificial. Y aclaro que no estoy en contra de esta tecnología, yo mismo la uso en el día a día como apoyo para ciertos quehaceres. No todos la usan así, claramente; algunos tienen su intelecto en hibernación y le han delegado su pensamiento a la IA.
Con una nueva actualización del generador de imágenes de Chat-GPT, se hizo viral la tendencia de convertir fotos aplicándoles el estilo visual de las películas de Studio Ghibli —estética que es el sello artístico de Hideo Miyazaki, quien se ha pronunciado en contra de las inteligencias artificiales que generan imágenes o animaciones.
Se está polemizando, ahora mismo, sobre las implicaciones éticas de esto4. Por un lado, me doy cuenta que quienes han generado esas imágenes, en su mayoría, parece que lo hicieron como un ejercicio lúdico, sin advertir consecuencia alguna, sólo por diversión. Por otro, quienes critican este uso hablan de un insulto a la obra de Miyazaki y al oficio de los artistas (de haberlo, considero que es algo inocente).
Lo que está ante nosotros es esto: la creación sin oficio ni creador. Algo desconcertante, ciertamente, porque en su falta de excepcionalidad, se vacía el sentido y el valor inherente al acto de crear. Se vacía la poética. El genio artístico o sabio tiene eso: es excepcional.
Esta disputa, me parece, está permeada por una dualidad filosófico-religiosa desde la cual podemos interpretar el quid de la cuestión: lo sagrado y lo profano.
Quienes están en contra del uso de la IA para emular el estilo de Miyazaki, al ver estas imágenes como un insulto a su obra, están (inconscientemente) defendiendo la sacralidad inherente a la obra del artista. La faena poética del hombre es sagrada en tanto es plenamente humana y apunta a la excelencia. Por ello, desde esta perspectiva, ese uso de la IA opera una profanación.
Un breve texto de Rafael Cadenas nos puede dar luces sobre esto. En «La poesía y lo sagrado»5, Cadenas resume sus ideas sobre la sacralidad del mundo y su reflejo en la poesía. Parafrasea a Mircea Eliade al escribir que lo sagrado «es siempre algo que no pertenece a nuestro mundo, pero se manifiesta en objetos del mundo natural», y considera, en su visión personal sobre la trascendencia, que «todo es sagrado porque todo pertenece al misterio».6
Para evitar confusiones, Cadenas pone el ejemplo de un criminal: ¿es sagrado el criminal? Se pregunta. «Pues no, la vida en él, sí, pero él no», responde. «En ellos veo siempre una traición a lo sagrado».
A partir de aquí, podría decir muchas cosas para dar a entender lo que la IA ha puesto en jaque. Trataré de que las ideas estén ordenadas…
Según Sebastián Porrini7, un héroe es aquel que se sacrifica por su comunidad. El «sacrificio» se entiende mejor a partir de su etimología: sacrum-facere (hacer sagrada alguna cosa). Sólo se sacrifica quien lo hace por algo que lo trasciende, algo más grande que él/ella.
Porrini, por otra parte, menciona que lo contrario a un héroe es un traidor… ahora empezamos a ver la conexión con Cadenas: la «traición a lo sagrado». Cadenas también explica —esta vez en el texto «Filosofía y poesía»8— que la poesía debe ser fiel a la realidad:
«Era un poeta y por eso amaba la exactitud», dice Rainer Maria Rilke refiriéndose a alguien. (…) También a Pound le parece imperdonable que un poeta dé informes falsos, vale decir, que no sea fiel a la realidad.
En Cadenas, el habitar poético contiene «un profundo sentimiento de lo sagrado», así como una fidelidad cabal a la realidad y a su misterio; en suma: a la verdad.9 ¿Hay algo de esto en la IA?
Vemos en la IA el fin de la pausa: tenemos una máquina que produce las respuestas de inmediato cuando, desde siempre, la contemplación de lo misterioso y la palabra meditada, en servicio de la creación más pura, necesita de la belleza de la pausa.
Vemos en la IA el fin del misterio: tenemos una máquina que responde nuestras dudas, haciendo innecesaria toda búsqueda profunda y personal, generando un encontrar sin buscar, acabando con la mistagogia.10
Vemos en la IA el fin de la poiesis: tenemos una máquina que genera contenidos para los cuales antes hacía falta el admirable ahínco de pasar años aprendiendo un oficio para dominarlo, opacando lo excepcional de las obras humanas —sé que este punto puede ser el más debatible; en todo caso, sería el fin de un tipo de poética.
En la IA vemosel fin de la sacralidad: es radicalmente inmanente. ¿Puede sacrificarse? No, porque no tiene vida para ofrecer, como sí la tiene, y lo hace, el hombre, porque éste sí es capaz de amar.
Siguiendo las consideraciones expuestas, valorar la generación de la IA por sobre la creación humana es una profanación criminal y una traición a la humanidad. En este panorama, quienes la rechazan y se abocan al aprendizaje de un oficio, quienes se sacrifican, con esfuerzo y pasión, para cumplir con su cometido poético, poseen el temblor del heroísmo necesario para resguardar el espíritu humano. Jaque no es jaque mate.
No estoy en contra de esta tecnología. Indudablemente, tiene muchos usos dignos que podemos aprovechar. Sé que, en casos como el citado, tiene incluso una función lúdica (que yo también disfruto). Sin embargo, lo pensé bien y, quizá, si consideráramos la sacralidad de las grandes obras humanas, así como el valor del sacrificio de los héroes que aspiran al empíreo en medio de nuestra era desacralizada, podríamos recapacitar y darnos cuenta de lo que estamos consumiendo… de lo que estamos profanando… de lo que estamos perdiendo.
@filosofandosinfiltros